sábado, 6 de abril de 2013


Viviendo incompletamente, hasta que te conocí.

Nunca imagine conocerla de la forma en que nos conocimos, y es que cuando uno intenta meterse en la vida de alguien, (entiéndase como meterse en la vida de alguien el deseo de querer  ocupar un especie de lugar en la memoria de alguna persona,  y aunque pasen muchos años o existan miles de kilómetros recorridos, quizás otras galaxias o civilizaciones raras en otros planetas, el espacio que se ocupa en las personas sea muy latente que se pueda activar como por alguna anécdota, alguna canción o por simples palabra comunes) pues lo más normal es que la veas, la otra persona te vea, exista un apretón de manos, un abrazo o una sonrisa, todo eso es como para un buen comienzo pero ¿Qué era la historia antes de aquel día? Pues era solo, el deseo de que la fotografía  se materializara alguna vez y poder ver sus ojos de cerca.
¿Cuántas cosas hay por decir y cuantas historias que contar? que cuando la oportunidad se presenta, estas ahí sin poder decir nada, sin poder comenzar, lo que tú quieres que sea una de tus mejores pláticas, para que dé perdido ella, (quizás el traje que vistes no es el adecuado, tu pantalón luce un poco arrugado, los zapatos aparte de presentar los estragos del tiempo, están un poco sucios por la discontinuas ocasiones de usarlos, junto con el primer bocado la corbata se ha manchado de pequeñas gotas de salsa) entonces quieres tener la mejor conversación para que ella descubra lo culto que eres y te da vuelta en la cabeza poemas, novelas, historia y lo peor es que no sabes con que comenzar.
Ella por su pare es, como cualquier mujer (entiéndase que al decir cualquier mujer me refiero a la forma en que las mujeres manejan situaciones como una cita por ejemplo, mucho mejor que los hombres, pero al decir cualquier mujer quiero guardar la singularidad que existe en todas ella porque nunca al menos, no en los años que tengo de conciencia he podido encontrar dos mujeres iguales) ella por su parte tomo el control de la situación desde el primer momento en que nos vimos, desde el primer momento en que una palabra suya se apodero de los oídos míos, y desde que su linda mirada termino por derretirme y llevarme a soñar estar entre sus brazos.
No existe mancha alguna en su persona, tiene hermosos ojos, boca perfecta es muy linda resumiendo (porque si me pongo a describirla tendría que agregar nuevas palabras al lenguaje hispano que describieran a la perfección su hermosura) el peinado, los zapatos, el vestido todo está perfecto.
Varias estupideces mías, intercambiadas por varias sonrisas de ella, eso era nuestras primeras actividades juntos, cada vez que yo intentaba decir algo y que la voz me temblaba, cada vez que intentaba ser gracioso y me quedaba muy lejos de eso, ella le ponía al mundo como una pausa, y dulcemente me daba una sonrisa. Si estaba realizando cualquier otra cosa, al oír el comentario desatinado o la acción equivocada de mi parte, clavase sus ojos en los míos y luego me sonreía.
Con la luz de las farolas en calle Victoria lucía muy linda, caminar hacia ningún lugar fijo hablar de cualquier cosa, porque, son cosas que pasaron en nuestra primera cita, ninguno de los dos levantaríamos una acta.
Por fin más tranquilos escuchando como un viejo,  vestido de traje, tocaba un piano de donde salían buenas notas, luego apareció una chica muy bonita,  contoneándose sensualmente al ritmo de la música, cantando una vieja canción estadounidense: I’ll miss you.
 Fue entonces que quisimos bailar un poco, una mano en su cintura, su mano en mi hombro y aun que no se bailar la gran cosa, estar cerca de ella hacía que el baile fuera muy sencillo, era como si no muchas cosas existieran, solamente ella, y la música que nos acompañaba aquella noche. 
 Una noche de lluvia que caía precipitosamente haciendo ruido sobre los techos de las casas, sobre los toldos de los autos, el agua corría por las calles llevándose consigo lo que encontraba a su paso, en su mayoría basura con la cual las coladeras se tapaban provocando pequeñas inundaciones,  que a su vez provocaban caos viales de la misma magnitud, la lluvia seguía cayendo mojándolo todo, mas  sus brazos habían rodeado mi cuello y para mí no existía nada, no había lluvia, no había caos en las calles, solamente existía su cuerpo junto al mío aquella noche lluviosa de Julio, el típico verano del norte de México.
Al final cuando la lluvia seso junto con la música y las parejas comenzaron a retirarse, le mostré (como lo había dicho antes) la catedral de noche, las nubes habían desparecido dejando ver las estrellas, la luna, el cielo obscuro, la noche estaba tranquila como siempre pasa después de la lluvia, a mí me parecía que ella, era más bella que todo a mi alrededor, más bella que la luna, el cielo, las estrellas, las construcciones, sonreía de vez en cuando, y sus ojos brillaban frente a  las calles del Saltillo antiguo, que parecen sacadas de una pintura, luego caminamos varios pasos por la calle lateral de catedral, nos detuvimos en la esquina cuidándonos de que los vehículos no salpicaran nuestra ropa al botar con su paso el agua estancada en algunos baches de la calle,  fue entonces que con las estrellas y la luna de testigo por primera vez, bese su boca.

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