sábado, 13 de abril de 2013


Historia.

Aquel día a mi compañero muchas cosas le parecían de mal agüero, le molestaba por ejemplo: ver el vuelo de una águila sobre nuestro batallón, le molestaba hablar de los conservadores, especialmente cuando recordaba a su padre, y  aún más, visiblemente se molestó cuando  un teniente de primera categoría, que se nos había aparejado en el camino y que no sé de donde lo conocía, le recordó a su tío el sacerdote, el cual se había molestado en costear la educación de mi compañero con la ilusión o mejor dicho con la intención de que este ejerciera la carrera clerical, llegando al desagradable desenlace,  que mi compañero no tuviera la más pequeña gota de vocación para eso. Y que en cambio se jactara de sentirse liberal y de ser fiel admirador y discípulo de Ignacio Ramírez aquel gran ícono de pensamiento libre por aquellos años, mas nunca supe a ciencia cierta si en alguna ocasión mi compañero llegase a hablar si quiera con  el Nigromante.
De mi parte la historia había sido no tan parecida, yo había estudiado en el colegio de ingenieros  de la ciudad de México, con la idea de ser ingeniero en minas, mas sin embargo eso es  algo que  se quedó inconcluso, por unirme a las fuerzas liberales, luego de que los rumores de una invasión se escuchasen por todos lados, posteriores  al conflicto de los pasteles y de las no tan buenas relaciones que el país tenía con Francia, Inglaterra, y España.
Al final como en cualquier ejército del mundo, bajo del uniforme, sin fusil, sin las decoraciones ¿qué es lo que uno se encuentra? Simplemente seres humanos y sobre todo cuando los soldados son tan jóvenes  como nosotros fuimos por aquellos años, queríamos conocer mujeres lindas y enamorarnos de ellas o mejor, que ellas se enamoraran de nosotros, soldados que aún no trascendían defendiendo a la nación, pero que seguramente de manera heroica pasaríamos a la inmortalidad, librando alguna feroz batalla con la intención de poner por los cielos la soberanía nacional.
Cuando entramos a aquel poblado, luego de haber improvisado un cuartel en una hacienda de por ahí cercas, luego de planear con los mayores, de descansar un poco las piernas, asearnos, calmar las necesidades físicas, en la primera oportunidad que tuve, me encontré pues, sentado en las bancas  de atrás de la iglesia del pueblo, no sé si estaba orando, pensaba mucho en mi madre y si algún día volvería yo a casa, el sacerdote oficiando en latín, y la gente que nos encontrábamos en aquella iglesia guardábamos silencio,  la mayor parte de los que estábamos en aquel lugar, eran señoras que asistían a las 4:00 de la tarde a misa, la misa de todos los días.
Había una cruz de mármol en el patio de la iglesia, la cual adornaban cada año y hasta donde algunas peregrinaciones de fieles arribaban, aquel día me encontré muy cercas de aquella cruz puesto que su sombra cubría mi cuerpo.  Las señoritas que habían acompañado a sus madres a la iglesia o aquellas que eran acompañadas por sus “amas de llaves” (por decirlo de alguna manera hay alguien de confianza pero no se puede decir que sea una institutriz, alemana o inglesa o algo así, en su mayoría eran mestizas  de toda confianza de los criollos algunas hasta eran consideradas como parte de la familia) todas trataban de lucir  lo más lindas posibles para que los bribones como yo, que observamos desde el monumento que se usa para los festejos de la santa cruz admiráramos su belleza, mas no encontraba aquel día rasgos, cuerpo o piel fuera de lo común todas las jóvenes me parecían  iguales.
Casi para darme por vencido he irme al cuartel, una joven cruzo delante de mí, caminaba del brazo de su tía, no era enteramente espectacular pero si estaba fuera de lo común, era la perfecta criolla porque su piel era blanca y sus ojos de color, su talla  delgada y su estatura, uff era como de mi estatura, que no tiene raro pero esa talla es alta entre las mujeres y bajita entre los hombres, pero como dije antes no era raro en mí, pues yo encarno a la perfección al mestizo.
No hay nada si se viera de un punto de vista estrictamente serio, pero si se aplica un poco la imaginación, ella ve mis ojos, y en sus lindos labios se dibuja una pequeña sonrisa, eso fue el fin de la vida como la conocía y una especie de regreso a la realidad.
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Algún vez bailamos dos o tres vals en una fiesta que se organizó en su casa y a donde asistimos mi compañero capitán y yo, conocí su nombre aquella noche cuando desde la terraza de la casa admirábamos las estrellas, donde acaricie su cara con la punta de mis dedos, donde le dije que era demasiado bonita no solo para este mundo, si no quizás para esta realidad, cosa que  termino por sonrojarla y apartarme algunos centímetros   de su cuerpo empujándome con su mano, misma distancia que yo me había atrevido ganar al ver las estrellas y la hermosura de la noche que por cierto poco se comparaba con su belleza aquel día.
Se despidió de mi diciendo que era el capitán, más atrevido que hubiese imaginado, que nunca imagino que hiciera referencia a su belleza aquel día, más con una sonrisa me invito a seguir soñando con ella, por eso comencé a frecuentarla saliendo de  misa de  cuatro, y a conversar desde la iglesia hasta su casa,  por las tranquilas calles de aquel poblado,  bajo la sombra de enormes árboles que se encontraban a la orilla del camino,  escuchando como el agua corría por la sequía, que cruzaba la mayor parte del pueblo y desembocaba en un arroyuelo donde los jóvenes pescaban.
 Fueron casi tres meses o cuatro de vernos por la tarde en su casa, o dando simples paseos  por el jardín, por la plaza del pueblo y en ocasiones montando a caballo conociendo los campos que rodeaban el pueblo, encontrando nuevos paisajes que recuerdo, y si en cada paisaje se coloca su linda cara, aquello se vuelve de una hermosura incomparable.
Ella  en ocasiones me divertía tocando la música de moda en el piano inclusive la música no muy bien vista por  las familias conservadoras, pero qué más da su corazón era tan liberal o más que el mío.

Otras ocasiones  recibí algunas clases de Francés y de Latín de su parte, otras tantas solo platicamos cosas de nuestras vidas, nuestros sueños, el anhelo de la patria consolidada, el orgullo de ser mexicanos.
Aun que llegamos a ser bueno amigos, y aunque al principio fue un poco difícil, yo si tengo que decirlo que me sentía enamorado de ella.
Fue el viernes de Dolores cuando tuvimos que dejar aquel poblado y reunirnos con los demás en puebla, bajo las órdenes de I. Zaragoza, días antes se lo comunique a ella notablemente afligido, siempre digo que las mujeres son más optimistas que los hombres o especialmente yo invento tragedias donde no las hay ni las habrá.
Solo me entrego un pañuelo muy bonito que siempre llevo bajo mi uniforme como si fuera una especie de amuleto, aunque generalmente no creo en esas cosas, y corto una rosa roja de su jardín la cual conservo como a un tesoro, mi recuerdo fue entregarle mis alillas de capitán que llevaba prendidas a mi uniforme aquel día.
Agitaba su mano al momento de despedirnos, yo la veía allá a lo lejos en el balcón de su casa cuando dejamos el pueblo entre aplausos de la gente, como si no faltara lo más difícil todavía, o como si hubiésemos ya obtenido si quiera una victoria, los Franceses avanzan desde Veracruz, y a nosotros nos toca defender la ciudad acá en el fuerte Guadalupe.
Todo esto se lo había contado a mi compañero más de una vez, más sin embargo a él le gustaba mucho escuchar la historia y a mí me gustaba mucho repetírsela.
Aquel 5 de mayo estábamos metidos en las primeras  trincheras por lo tanto seríamos los primeros en  recibir al invasor, fue entonces cuando sentimos el temblor del suelo y el crujir de las piedras cuando  su artillería  pasaba y al echar un vistazo coincidimos en que la magnificencia y gloria con la que las tropas francesa habían sido descritas se había quedado corta.

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