domingo, 5 de agosto de 2012


Me pierdo entre tus brazos.

Como describir a la perfección las viejas calles donde paseamos, las casa antiguas, los empedrados, las sombras de los viejos álamos y la brisa que refresca hasta en los días más calurosos del verano.
Una mueca curiosa se dibuja en tus facciones mientras el aire mueve tu pelo dulcemente deslizándolo por tu frente.
Acaricio tu cara y beso tus labios, parece que te gusta vivir en esta ciudad.
Tus lindos ojos, esos que me han enamorado tanto, parecen quedarse estáticos, con la belleza  y la tranquilidad de las calles.
Es verdad que el tiempo ha pasado, los días, los meses , los años, tú sigues conservando la misma luz de cuando joven, como aquel día de invierno, día  en que te conocí.
Ahora todo ha cambiado, un ambiente izquierdista se siente en todo el país, y esta ciudad que por mucho tiempo fue de derecha arraigada no ha sido la excepción gracias Dios.
Durante el desayuno, tu conversación me parece de lo mejor,  siempre que la escucho, y es que conoces, lo que conozco, y disfrutas lo que me gusta, somos la dualidad perfecta y tan diferentes en muchos aspectos, la dualidad perfecta, la diferencia entre ambos que complementa el existir de los dos.
Trato de escribir algo simple algo en lo que pueda expresar que te quiero, que me gustas y esas cosas y con un comienzo de:
Si hubiese vivido por aquellos días…………. Y el comienzo me parece tan malo que desisto en mi propósito de escribir y mis pensamientos divagan en la esencia de tu ser.
Luego intento un pequeño cuento como antes lo hacía y lo único que puedo imaginar es un:
Si ella hubiese sabido que aquel día bla bla bla,  y nuevamente repito la palabra hubiese, la cual supone las cosas, un presente no real por llamarlo de alguna manera, aunque también puede describir un pasado que nunca fue, porque ocurrió de otra manera, y eso es lo que ahora es el presente, luego siento que tantas palabras me provocan ganas de un cigarrillo, cosa que no he hecho desde la reunión número 29 del pensamiento libre.
Tarareas una vieja canción en la cocina donde preparas la comida, repentinamente suena tu móvil y comienzas a hablar cosas extrañas, cosas que no mucha gente entiende, imagino que debe ser alguien de tu familia pues la llamada provoca una llamarada de felicidad en tus ojos que resbala por tu rostro, empapando todo tu cuerpo.
Debió haber sido de tu familia, pues al terminar la llamada, la misma intensidad que tuviste de alegría se ha convertido en tristeza, inclusive algunas lágrimas se forman en tus ojos volviéndolos rojos, los cuales secas con el mandil  de mamá que usas para cocinar.
Dos copas que llenas casi hasta que el vino se desborde, mientras yo sufro para cortar el pescado que cocinaste, quieres conversar algo pero no te animas mucho, quizás sientas todavía en tus ojos las lágrimas por la distancia entre tú y tu familia, y yo mientras tú te pierdes en temas que no comienzas, yo me quedo contemplándote y uno de los mejores ayudantes para la contemplación es el silencio.
¿No habrá más postre? Pregunto, haces una cara de asombro, rascas tu cabeza, volteas y me sonríes, mientras levantó los platos tú te quitas el mandil, y abres la puerta, puesto que alguien había estado tocando el timbre, es la vecina y sus volantes del partido que se muere pero que intentan resucitar, el de los tres colores,  no pasara eso de nuevo.
Te sonrojas notablemente cuando te pregunta que si estas embarazada,  y sonriendo le dices que no, tu belleza la ha dejado notablemente impresionada.
Tomas a Max, lo colocas sobre tu regazo y comienzas a cantarle una canción de cuna Alemana, junior al sentirse apapachado comienza a lloriquear y no cesa aunque le rasques la cabeza o detrás de las orejas.
Escogiste a Max dos días atrás en la tienda de mascotas del centro comercial, a mí me parecía el más flaco y feo de todos los cachorros, además me parecía que estaba enfermo, pero tu dijiste que tener un San Bernardo en casa sería muy útil aunque yo no veo para que, yo  hubiera preferido el labrador color café, pero tú lo escogiste y lo llamaste Max  aun y cuando te dije que en México Max no es un nombre adecuado para un perro.
Por fin se ha quedado dormido con tu vieja canción de cuna y meciéndote en la silla, me preguntas que si escuche a la señora del partido, y que si he pensado en bebes. Por supuesto que se parezca a ti, sonríes, te quedas pensando, y ese asunto del bebe y eso  te parece un sueño demasiado lejano.
La tarde, el ocaso, todo se queda a obscuras, debe ser por la casa antigua que habitamos, algunos ruidos extraños se escuchan, los mismos ecos de siempre, sales del cuarto del baño y tu cuerpo despide un olor agradable, te observo toda, de los pies a la cabeza, eres encantadora.
Beso tus labios, acaricio tu cuerpo, pierdo el sentido besando cada centímetro de ti.
De madrugada yo me pierdo entre tus brazos y coloco mi nariz cerca de tu cabellera rubia, que huele a tu sudor.
Repetidamente te digo miles “te quiero” lo que provoca que despiertes y al escuchar uno de tantos "te quiero", volteas a verme, en la pared el cuadro de los amantes del siglo XIX, y algunas fotografías de los lugares que nos gustaría visitar.
Ahora tu besas mis labios y me sonríes con una de esas muecas que son una patente tuya,  imagino, pues nunca he podido encontrar en nadie más, cosas parecidas.
Tus ojos de cielo se clavan en los míos, te pregunto que si eres feliz y sin palabras me respondes con otro beso, te pregunto por el motivo y tú respondes que por el simple hecho de que yo existo para ti, y un pensamiento de que vivimos bajo un gobierno de Izquierda inunda mi mente.