El acoso de su propia
mirada.
Diariamente se retiraba de su trabajo sin
problemas, Ana subía a su camioneta, la encendía y conducía hasta su casa, pero
esa noche al encender el motor y ver por su espejo retrovisor, estaba su propia
cara, sus propios ojos y su propia mirada quienes la observaban en el vidrio
trasero de su van, Ella, al principio cerró los ojos, sacudió su cabeza y volvió
a mirar; nada cambió, ese rostro seguía observándola de una manera pacífica e
insistente. Da reversa, avanza y decide ir hacia adelante pero la curiosidad la
lleva de nuevo a ver el retrovisor; conduce a su casa, llega y se baja. Por fin
lejos de su coche toma un vaso de leche, es tarde y va a su recámara a
descansar y pensar que ha tenido suficiente imaginación, la rutina del cuidado
de su cara la hace pasar 5 minutos frente al espejo de su baño y de nuevo, su
propia mirada la acosa en un cancel de vidrio, que no es lo mismo que el
espejo. Asustada va a su cama, toma su celular para ingresar a lo que sea, pero
al pulsar encendido, la pantalla es ahora un espejo donde ella puede verse a sí
misma, lo arroja mientras grita con azoro, temblorosa abre su buró, toma el
Rosario, se cubre hasta la cabeza para comenzar a rezar, mientras recuerda que
día es, es 31 de octubre por la noche...
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