sábado, 13 de julio de 2013


A pocos pasos del precipicio.


1.     Mientras como semillas de girasol y dulces, recostado sobre la cama, estoy en shorts y camisa corta, río con las fotografías de nuestro primer viaje a la capital.
Recuerdo como se me ocurrió hacer aquel viaje, yo te dije que el señor de mantenimiento ya se pensionaba, tu dijiste que te gustaría hacer lo mismo aun y cuando tenías veinte cinco, y yo propuse comprar un boleto de lotería y aun que ese mismo día lo hice al final del trabajo, ni si quiera reintegro obtuve, ¿pero que paso?, que realmente maquine el viaje en mi cabeza, mismo que realizamos juntos dos o tres años después.

Aunque hay fotografías donde estamos en diferentes partes, la mayoría de ellas son en el café de donde se ve la mayor parte de la ciudad a nuestras espaldas, con sus edificios altos  y llena de humo, “tu luces muy bonita”.

Suena el teléfono, es Marcelo, se nota muy preocupado y con una voz temblorosa, su respiración agitada entra a lo más profundo de mis oídos, mientras que por el teléfono se siente cada latido de su corazón, “Que me largue de aquí” dice, mientras yo pienso que no tengo ganas de hacer nada, más bien quiero comenzar a reestructurar toda la historia que viví contigo.

Comenzamos a caminar aquella tarde del mes de agosto cuando la lluvia ceso y cuando te dignaste a aceptar una de las muchas invitaciones que te había propuesto durante las horas de trabajo, caminabas a mi lado esperando que yo pudiera ofrecerte algo interesante para pasar la tarde y yo tratando de adivinar qué es lo que te gustaba comer cuando no estabas haciendo ejercicio.

No era nada fuera de lo común mi plática era  hablar de esta cosa, era hablar de aquella, si no fuera porque soy tan rollero, quizás te hubiera aburrido y hubieras terminado por preferir estar haciendo cualquier otra cosa.

Otra vez Marcelo, más desesperado que la primera vez, dice que me valla de ahí, que como 50 personas van tras de mí, sinceramente no sé cómo me metí en este asunto, en este negocio, debió ser por los primeros días sin ti, días en que me sentía solo, y en el que en el cabaret me consolaba mucho, ahí conocí al viejo y sus negocios y luego pues todo lo que paso hasta encontrarme  en esta situación donde aun y cuando la voz de Marcelo es más desesperada y trata de ser más fuerte por el teléfono, necesito cocinar algo, así es que preparo los macarrones que muchas veces te prepare.

2.     Las visitas al cabaret eran no tan gratas para mí como para los demás clientes, mientras unos acariciaban lo que podían de las chicas, yo me limitaba a escuchar la música y a emborracharme, hasta que  la última chica vestida no tan indecentemente como los otros clientes se acostumbran a verla, limpiaba los piso usando un viejo trapeador.
El viejo no era tan malo cuando lo conocías, de hecho es un viejo muy culto, al menos pude con el hablar sobre algunas novelas, o algunas cosas de historia, recuerdo cuando te hablaba de historia y tú te quedabas dormida.
La enorme bodega donde recibíamos mercancía era un lugar obscuro, solo iluminado por un lámpara en el centro, donde había una mesa y planeábamos como obtener la mercancía, y revisabamos algunos mapas, con los lugares en donde recogíamos aquellos paquetes.
Siempre que no estábamos en el cabaret al viejo lo acompañaba una mujer hermosa muy alta, parecida a ti, con la misma expresión en tu cara vista de frente, eso era lo que más me gustaba en los días en que te conocí mirar tu cara de frente.
Recuerdo que la primera vez que trabaje con Marcelo acompañamos a unos hombres medios orientales que visitaban el país para tratar negocios con la organización, Marcelo parecía que conocía bien como hacer el trabajo y se movía intrépidamente por las calles de la ciudad, luego nos hicimos amigos, tanto así que ha sido capaz de molestarse a llamarme como ahora, para que salve mi vida, que curioso se escucha ese término “salvar mi vida” cuando esta terminó el día en que cerramos la lápida de tu tumba, aquel día de invierno, pasadito a penas tu cumpleaños.

3.     De tu enfermedad ningún doctor pudo hacer nada y aunque algunos pudieron regresarte la salud, nunca volviste a ser la mujer llena de energía que conocí años atrás, y poco a poco tu salud empeoro, tanto  que a veces se me hacía difícil soportar ver como tu vista se perdía fija mientras unos pocos rayos de sol entraban por la ventana de tu cuarto en las mañanas.

Nada podía hacer puesto que seguíamos las indicaciones de los médicos, siempre los más caros medicamentos y tratamientos y aun que en todos lados aseguraban tu recuperación, era extraño ver como la luz en tus ojos se extinguía como la llama de  una vela que se termina y a la cual el aire golpea bruscamente.

He terminado de comer y organizó tus cosas otra vez, está el sweeter azul que tanto te gustaba usar, los lentes de contacto que usabas a veces que tenías ganas de coquetear de más, cuando caminabas por las calles de la ciudad, las cuales te observaban alegre como siempre fuiste, está el uniforme que usaste cuando trabajaste como dependiente en la tienda de regalos en el departamento de chocolates, y algunas tarjetas que yo te enviaba cuando quería enamorarte.

La primera vez que escuche decir que me querías fue una enorme sensación que corrío por todo mi cuerpo como si un choque eléctrico hubiese entrado por mi cabeza y salido por mis pies, seguido de la primera vez que rodee tu cintura y bese tu boca, y luego las cosas fáciles de la vida caminar juntos y hablar de muchas cosas, construir castillos en el viento, que hasta cierto punto hubieran sido alcanzables si las rachas malas (cosas que te solía decir no hubieran llegado tan dierectamente).

Algo parecido a aquel “te quiero” sentí cuando escuche la primera vez que una sirena de policía nos siguió a Marcelo y a mí con el auto lleno de mercancía, Marcelo manejaba el cadilac negro como si fuera el mejor piloto del mundo, es curioso porque ahora que escucho las sirenas en la calle son mucho más que las de aquella vez y con más certeza de atraparme y ¡que más da!, por cierto el celular ha dejado de escucharse probablemente Marcelo por fin ha comprendido que no tengo remedio, mas sin embargo no pienso ir a la cárcel.

4.     Nuestra vida juntos aunque nunca nos ganamos la lotería, fue buena, nunca logramos tampoco por cierto salir del país como lo planeamos, mientras los  partidos pactaban cosas para el país, los anarquistas se consideraban cada vez más anarquistas, y el socialismo que tanto yo deseaba no llegaba.

Que que es lo que más recuerdo de ti, “hacer el amor” y tu hubieras reido si me escucharas, no sé, leer poemas mientras abrazabas mis brazos, inclusive mirar televisión contigo era diferente, me gustaba como tus ojos se asombraban cuando veíamos una película de acción.

Bueno me he vestido mirando tu foto, te prometo que si salgo de esta, voy a buscar otra ocupación, voy a ayudar a la gente como lo hacía antes, voy  a vivir por ti, aunque prometo no volver a enamorarme de nadie más, algunos pasos se escuchan en las escaleras, son muchos hombres, le he prendido fuego a tus cosas usando toda completa la caja de cerillos, unas voce me aturden mientras el humo me hace toser y mis ojos se tornan llorosos, un grito de “abrá somos la policiía” corta el humo como cuchillo, estoy rodeado pero no me detendrán pienso, mientras salto por la venana e intento llegar a la azotea por la escalera de servivio, luego todo será mas fácil, de un salto estare en el toro edificio y nunca sabran como escape, el fuego se esparce por toda la habitación mientras sirenas ahora de bomberos se mezclan con los gritos de los inquilinos que corren para poner a salvo a sus familias, prometo que si salgo de esta cambiare la vida que llevo, y voy a encontrarte en el cielo,  ahora veo la separación entre  edificios parece que no podre hacerlo esta muy lejos, tengo que hacerlo, tomo algunos pasos para impulsarme, la policía ha llegado hasta la azotea y de una patada uno de ellos ha abierto la puerta de emergencia por donde se llega hasta aquí, quieren que me rinda pero mi carrera esta encaminnada se escuchan algunos disparos y una especie de calor recorre mi cuerpo, ahora es imposible alcanzar la otra azotea la cual ha cambiado de prespectiva, puesto que la veo por encima de mi, los bomberos sofocan el fuego mientras una columna de humos se eleva por los cielos, tus cosas se has consumido por completo, junto con las fotos de nuestra vida, cada vez mas y mas policías llegan ala azotea, mientras yo en un charco de sangre pierdo los últimos segundos de vida recordándote, y dos lagrimas gruesas se deslizan por mi cara.

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