A pocos pasos del precipicio.
1.
Mientras como semillas de
girasol y dulces, recostado sobre la cama, estoy en shorts y camisa corta, río
con las fotografías de nuestro primer viaje a la capital.
Recuerdo como se me
ocurrió hacer aquel viaje, yo te dije que el señor de mantenimiento ya se
pensionaba, tu dijiste que te gustaría hacer lo mismo aun y cuando tenías
veinte cinco, y yo propuse comprar un boleto de lotería y aun que ese mismo día
lo hice al final del trabajo, ni si quiera reintegro obtuve, ¿pero que paso?,
que realmente maquine el viaje en mi cabeza, mismo que realizamos juntos dos o
tres años después.
Aunque hay fotografías donde
estamos en diferentes partes, la mayoría de ellas son en el café de donde se ve
la mayor parte de la ciudad a nuestras espaldas, con sus edificios altos y llena de humo, “tu luces muy bonita”.
Suena el teléfono, es
Marcelo, se nota muy preocupado y con una voz temblorosa, su respiración
agitada entra a lo más profundo de mis oídos, mientras que por el teléfono se
siente cada latido de su corazón, “Que me largue de aquí” dice, mientras yo
pienso que no tengo ganas de hacer nada, más bien quiero comenzar a
reestructurar toda la historia que viví contigo.
Comenzamos a caminar
aquella tarde del mes de agosto cuando la lluvia ceso y cuando te dignaste a
aceptar una de las muchas invitaciones que te había propuesto durante las horas
de trabajo, caminabas a mi lado esperando que yo pudiera ofrecerte algo
interesante para pasar la tarde y yo tratando de adivinar qué es lo que te gustaba
comer cuando no estabas haciendo ejercicio.
No era nada fuera de lo
común mi plática era hablar de esta
cosa, era hablar de aquella, si no fuera porque soy tan rollero, quizás te
hubiera aburrido y hubieras terminado por preferir estar haciendo cualquier
otra cosa.
Otra vez Marcelo, más
desesperado que la primera vez, dice que me valla de ahí, que como 50 personas
van tras de mí, sinceramente no sé cómo me metí en este asunto, en este
negocio, debió ser por los primeros días sin ti, días en que me sentía solo, y
en el que en el cabaret me consolaba mucho, ahí conocí al viejo y sus negocios
y luego pues todo lo que paso hasta encontrarme
en esta situación donde aun y cuando la voz de Marcelo es más
desesperada y trata de ser más fuerte por el teléfono, necesito cocinar algo,
así es que preparo los macarrones que muchas veces te prepare.
2.
Las visitas al cabaret eran no
tan gratas para mí como para los demás clientes, mientras unos acariciaban lo
que podían de las chicas, yo me limitaba a escuchar la música y a
emborracharme, hasta que la última chica
vestida no tan indecentemente como los otros clientes se acostumbran a verla,
limpiaba los piso usando un viejo trapeador.
El viejo no era tan malo cuando lo
conocías, de hecho es un viejo muy culto, al menos pude con el hablar sobre
algunas novelas, o algunas cosas de historia, recuerdo cuando te hablaba de
historia y tú te quedabas dormida.
La enorme bodega donde recibíamos mercancía
era un lugar obscuro, solo iluminado por un lámpara en el centro, donde había
una mesa y planeábamos como obtener la mercancía, y revisabamos algunos mapas,
con los lugares en donde recogíamos aquellos paquetes.
Siempre que no estábamos en el cabaret al
viejo lo acompañaba una mujer hermosa muy alta, parecida a ti, con la misma
expresión en tu cara vista de frente, eso era lo que más me gustaba en los días
en que te conocí mirar tu cara de frente.
Recuerdo que la primera vez que trabaje con
Marcelo acompañamos a unos hombres medios orientales que visitaban el país para
tratar negocios con la organización, Marcelo parecía que conocía bien como
hacer el trabajo y se movía intrépidamente por las calles de la ciudad, luego
nos hicimos amigos, tanto así que ha sido capaz de molestarse a llamarme como
ahora, para que salve mi vida, que curioso se escucha ese término “salvar mi
vida” cuando esta terminó el día en que cerramos la lápida de tu tumba, aquel
día de invierno, pasadito a penas tu cumpleaños.
3.
De tu enfermedad ningún doctor
pudo hacer nada y aunque algunos pudieron regresarte la salud, nunca volviste a
ser la mujer llena de energía que conocí años atrás, y poco a poco tu salud
empeoro, tanto que a veces se me hacía
difícil soportar ver como tu vista se perdía fija mientras unos pocos rayos de
sol entraban por la ventana de tu cuarto en las mañanas.
Nada podía hacer puesto
que seguíamos las indicaciones de los médicos, siempre los más caros
medicamentos y tratamientos y aun que en todos lados aseguraban tu recuperación,
era extraño ver como la luz en tus ojos se extinguía como la llama de una vela que se termina y a la cual el aire
golpea bruscamente.
He terminado de comer y
organizó tus cosas otra vez, está el sweeter azul que tanto te gustaba usar,
los lentes de contacto que usabas a veces que tenías ganas de coquetear de más,
cuando caminabas por las calles de la ciudad, las cuales te observaban alegre
como siempre fuiste, está el uniforme que usaste cuando trabajaste como
dependiente en la tienda de regalos en el departamento de chocolates, y algunas
tarjetas que yo te enviaba cuando quería enamorarte.
La primera vez que escuche
decir que me querías fue una enorme sensación que corrío por todo mi cuerpo
como si un choque eléctrico hubiese entrado por mi cabeza y salido por mis
pies, seguido de la primera vez que rodee tu cintura y bese tu boca, y luego
las cosas fáciles de la vida caminar juntos y hablar de muchas cosas, construir
castillos en el viento, que hasta cierto punto hubieran sido alcanzables si las
rachas malas (cosas que te solía decir no hubieran llegado tan dierectamente).
Algo parecido a aquel “te
quiero” sentí cuando escuche la primera vez que una sirena de policía nos
siguió a Marcelo y a mí con el auto lleno de mercancía, Marcelo manejaba el
cadilac negro como si fuera el mejor piloto del mundo, es curioso porque ahora
que escucho las sirenas en la calle son mucho más que las de aquella vez y con
más certeza de atraparme y ¡que más da!, por cierto el celular ha dejado de
escucharse probablemente Marcelo por fin ha comprendido que no tengo remedio,
mas sin embargo no pienso ir a la cárcel.
4.
Nuestra vida juntos aunque
nunca nos ganamos la lotería, fue buena, nunca logramos tampoco por cierto
salir del país como lo planeamos, mientras los
partidos pactaban cosas para el país, los anarquistas se consideraban cada
vez más anarquistas, y el socialismo que tanto yo deseaba no llegaba.
Que que es lo que más
recuerdo de ti, “hacer el amor” y tu hubieras reido si me escucharas, no sé,
leer poemas mientras abrazabas mis brazos, inclusive mirar televisión contigo
era diferente, me gustaba como tus ojos se asombraban cuando veíamos una
película de acción.
Bueno me he vestido mirando
tu foto, te prometo que si salgo de esta, voy a buscar otra ocupación, voy a
ayudar a la gente como lo hacía antes, voy
a vivir por ti, aunque prometo no volver a enamorarme de nadie más,
algunos pasos se escuchan en las escaleras, son muchos hombres, le he prendido
fuego a tus cosas usando toda completa la caja de cerillos, unas voce me
aturden mientras el humo me hace toser y mis ojos se tornan llorosos, un grito
de “abrá somos la policiía” corta el humo como cuchillo, estoy rodeado pero no
me detendrán pienso, mientras salto por la venana e intento llegar a la azotea
por la escalera de servivio, luego todo será mas fácil, de un salto estare en el
toro edificio y nunca sabran como escape, el fuego se esparce por toda la
habitación mientras sirenas ahora de bomberos se mezclan con los gritos de los
inquilinos que corren para poner a salvo a sus familias, prometo que si salgo
de esta cambiare la vida que llevo, y voy a encontrarte en el cielo, ahora veo la separación entre edificios parece que no podre hacerlo esta
muy lejos, tengo que hacerlo, tomo algunos pasos para impulsarme, la policía ha
llegado hasta la azotea y de una patada uno de ellos ha abierto la puerta de
emergencia por donde se llega hasta aquí, quieren que me rinda pero mi carrera
esta encaminnada se escuchan algunos disparos y una especie de calor recorre mi
cuerpo, ahora es imposible alcanzar la otra azotea la cual ha cambiado de
prespectiva, puesto que la veo por encima de mi, los bomberos sofocan el fuego
mientras una columna de humos se eleva por los cielos, tus cosas se has
consumido por completo, junto con las fotos de nuestra vida, cada vez mas y mas
policías llegan ala azotea, mientras yo en un charco de sangre pierdo los
últimos segundos de vida recordándote, y dos lagrimas gruesas se deslizan por
mi cara.
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