martes, 4 de diciembre de 2012

Y es que nada es para siempre. (No es lo mismo Saltillo época de ñoños que quince años después.)


Desde que el avión aterrizó cercas de la ciudad de Monterrey, sentí el delicioso calor regio y disfrute una vez más en mi piel el rico sabor del clima Mexicano, un tráfico espantoso, mientras  el camión en el que viajaba trataba lentamente de dejar la ciudad y encontrar carretera, y es que la ciudad de Monterrey es eso una ciudad especial y singular.

Paisajes que no han cambiado en millones de años y que no cambiarían en el tiempo que estuve lejos, poblaciones pequeñas un poco rezagadas,  que pareciera como si el tiempo no pasara por esos lugares, como si la vida de los abuelos, de los hijos y ahora de los nietos fuera un eterno constante.
Cuando puse mis pies en tierras Coahuilences  una mezcla de sentimientos hizo remolino en mi estómago y apretó mi pecho, y es que tanto tiempo había pasado.

Mi hermano sigue siendo el mismo loco de siempre, haciendo broma tras broma y en ocasiones no para de hablar, incluso cuando quiero estar, como que solo con mis pensamientos (cosa que hago muy seguido) él está hablando, mostrándome fotos, contando historias, cosas de hermanos.
Lo que hace aunque no tan redituable le da para vivir bien, de perdis para comer, como él dice y todavía guarda un montón de proyectos, de los que teníamos antes de partir, lo veo a veces tan concentrado en sus pendientes que prefiero dejarlo solo.

Hay algunos amigos todavía, con los que en ocasiones discuto algunos temas sobre todo teológicos, ¡quince años! y todavía no se deciden a dejarlo a tomarlo, que curioso es el ser humano, en ocasiones se gasta toda la vida con luchas en su interior y nunca resuelve nada.

La primavera en esta ciudad tiene para mi gusto un ambiente siempre de esperanza a que algo bueno va a pasar después, es decir la gente aunque con un montón de problemas muestra su mejor cara en esta época del año, (por decirlo de alguna manera), las aves alegres tratan de entonar sus mejores cantos y aun que la naturaleza a algunos les dio mejor capacidad de entonación que a otros, eso pasa a segundo plano y algunos chillidos son lanzados hacia el infinito.

Después de tanto tiempo y aun que como en una ocasión le dije, que no de manera arrolladora, pero de manera curiosa (como también le dije que de forma curiosa dejaba su rastro) ha estado presente en mis pensamientos, tanto así, que un buen día después de tomar el desayuno, decidí hacerme un tour por algunos de los lugares en los que algún día de alguna forma estuvimos juntos.

Comencé por la universidad donde por suerte fue el primer lugar donde nos vimos, el primer lugar donde hablamos, donde intercambiamos número de celular y toda la cosa.
Luego, y aun que debí dejar eso para el final, camine muchas cuadras bajo el rico sol de la mañana hasta que llegue a la barda aquella, donde ahora existe la propaganda de algún partido político pero que en mucho tiempo, albergo un muy buen dibujo del Che Guevara y que luego alguien por algunas cervezas me ayudo a poner su nombre, sobre la boina del caudillo seguido de un “te necesito” con todo lo demás que esta frase implicaba.

Alguien se dio a la tarea de cambiar todo el paisaje que teníamos desde aquella azotea donde pasábamos horas observando la ciudad, ahora hay  un deprimente espectáculo de anuncios espectaculares anunciando esto, anunciando aquello, un montón de cables y postes eléctricos, aparte creo que la ciudad se ha empobrecido un poco de belleza, o al menos aquel día resaltaba también tendederos llenos de ropa percudida, y se veía algunas personas realizando negocios no tan buenos en los callejones del barrio antiguo donde se alzaba la construcción en donde solíamos pasar ratos.

Llegó alguien que para variar inconscientemente (otra vez como si la primera vez no hubiera bastado) me preguntó por ella, a lo que otra vez respondí un “no sé nada de su vida” creo que en quince años pasan muchas cosas que le dan peso específico a mi frase, y otra vez la respuesta de hace años ¡ah, ta bien!  Y que si ya no me gusta tanto el soccer como antes, cuando yo deje de practicar eso hace mucho tiempo.

El tipo corrió tras un autobús que emanaba bocanas de humo y que al frenar hacía un chillido fuerte, despidiéndose de mí, agitando la mano, lentamente el camión se fue perdiendo de mi vista, hasta que desapareció a lo lejos y yo me quede solo con mi pensamiento y con su recuerdo.

Sentado a la orilla de la banqueta , estuve  mucho tiempo en el vecindario de ultraderecha, un vecindario muy callado y muy solitario, trataba de dibujar sobre un cuaderno las casas, junto con la calle de aquel lugar, los ventanales, los portones, el faro en la esquina, un policía se acercó a mi diciendo que algunas personas habían denunciado a una persona por actitudes sospechosas, el observó mi dibujo y muy asombrado me hiso una pregunta <¿es usted artista o algo así?> <no, solamente quería como que un recuerdo de estas calles y eso> y luego de entregarme mi cuaderno, se fue silbando, y el vecindario de ultraderecha sigue siendo de ultraderecha.

No existe ya la escuela de inglés arriba de la tienda de mascotas, ahora en su lugar está un consultorio dental, y el antiguo edifico donde ella trabajaba es ahora ya parte de un estacionamiento, muy amplio con varios pisos, de donde se ve por cierto la parte detrás de las oficinas de la diócesis.

El viejo cine se ha derrumbado y nadie se ha dado a la tarea de reconstruir tan bella y tan importante construcción, puesto que mil veces antes de irme planee invitarle a ver alguna película ahí, como gesto de buena voluntad, pero nunca lo hice, quizás en mi estancia por acá encuentre a alguien que me ayude a reconstruir ese cine, sería buen detalle.

Ya pasaba del mediodía y yo con toda esa bola de recuerdos que me daban vuelta en el estómago, que me desgastaban y agotaban, hay una pequeña plaza  en medio de algunas construcciones que se antoja muy cómoda en un día soleado, pues el lugar tiene varios árboles que proveen de buena sombra, me acomode en una cómoda banca o al menos fue los más cómodo que encontré, bebía lentamente agua de una botella, observaba la vieja iglesia de San Esteban, un viejo sacaba una melodía nostálgica de una acordeón igual de vieja que él.
< ¿Le gustaría ayudar a la cruz roja?>……… otra vez como si el tiempo no hubiera pasado, como en aquellas casas y pueblos que vi en la carretera, como el barrio de ultraderecha, como si el mundo girara extrañamente, la joven que recolectaba fondos era igualita a ella, el peinado, los ojos, la sofisticada forma de sonreír y todo lo demás, era milagros actuales o casualidades del destino,
 < Señor, que si gusta cooperar para la cruz roja> me dice la joven moviendo  un poco mi brazo sacándome del trance que tenía desde la mañana, pero que había aumentado de forma exponencial con su llegada.
 Deslice algunas monedas por la hendidura de aquel bote cuadrado y ella se despidió dándome las gracias, caminó varios pasos, se detuvo en la esquina y me dedicó una última sonrisa, copia fidedigna de mis recuerdos.

Me levante muy alterado, como siempre, esas cosas me alteran, camine mucho tras de la joven, desgraciadamente una bola de calles se la tragaron sin que yo pudiera saber dónde  había quedado.

Extrañamente me detuve en un barrio muy pobre, muy alejado del centro de la ciudad, alguien ha pintado una foto del Che muy parecida a la de aquellos años o al menos esa fue mi apreciación, no tenía la frase sobre la boina, pero tenía el nombre de ella  escrito con pintura negra, junto a un conjunto de letras acomodadas de tal manera que formaban las siguientes palabras:

  “  Y es que nada es para siempre”

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