martes, 6 de noviembre de 2012


No sabemos ñoño, quizás para toda la vida.

Ayer alguien le menciono tu nombre y aunque pareciese que no mucho efecto había causado, en la noche le dio por estar te soñando y molestándose  por ti. Después claro de que soñó que entraba a una fábrica alterando a los trabajadores por no a la imposición del gobierno y cuando despertó se quedó muy impresionado  por algunos segundos y el corazón le latía fuertemente.
Recordó aquel día en la calle cuando caminabas al lado de tu gemela, y la forma de llamarlo cariñosamente “ñoño” cuando cruzó la calle y se aproximó a ti, la forma en que lo  besaste muy cerca de su boca dejándole  el dulce sabor de tu boca, el cual no se desapareció por espacio de muchas cuadras; aquella tarde era una fría tarde del segundo mes del año.
Desde aquella tarde cuando visitó tu trabajo llevándote la rebanada de pastel que tú creíste  él había cocinado, y cuando pudo ver tus lindas piernas que casi nunca dejabas al descubierto imaginando la suavidad de tu piel, desde aquella tarde se le ha desarrollado un gusto enorme por los postres, no solo por el pastel de chocolate, si no por
cualquier tipo de postre con el que pudiera  sentir el dulce rastro que tus besos de bienvenida o despedida dejaban muy cercas de su boca.
No solo eran las piernas, si no lo hermoso de tu estomago demasiado plano y lo hermoso de tus brazos.
Ahora bien los tacos de brocolli receta tuya, con el queso derretido  deslizándose por la tortilla, y la forma de rezar el rosario entre tus amistades, lo más diferente a lo que él estaba acostumbrado a rezar allá en la vieja parroquia de la colonia donde creció.
A veces se le puede pedir tantas cosas a Dios como que no gane el PRI, México libre, México en paz, tantas cosas que se le pueden pedir, que no existan egocentrismos dentro de los grupos de resistencia, o que Julio no haga cosas tan locas, y que a mí se me ocurran no cosas tan de derecha y me den ganas de hacer cosas más locas, pero lo que él estuvo pidiendo en todo este tiempo desde que alguien le recordó tu nombre es volver a ver tu linda sonrisa formándose para él y mirar tus lindos ojos, y si no fuese mucho pedir, besarte muy cercas de la boca como tu solías hacerlo.
¿Recuerdas aquella ocasión cuando te paraste mirando hacia el precipicio, con los brazos extendidos, mientras que el viento nos golpeaba la cara y  movía tu cabello violentamente?, y tu diciendo que en ocasiones querías terminar con todo esto y “cambiar de piel” nunca se supo a qué te referías con eso, ese día ambos estaban  muy alto en el últimos piso de aquel edificio donde solíamos pasar horas observando la ciudad.
El tiempo pasa y cada día alimentamos más el cerebro con recuerdos y recuerdos. Recordar tu inquieta mirada y tu actitud burlona por las cosas que él hacía. Recordar la suavidad de tus piernas, o tu vientre demasiado plano, tus pies pequeños, o el pelo alborotado. Las palabras raras que agregaste al diccionario, los poemas que le leías, o tu rara afición por el olor de las guayabas.
Descubrió que ni huelen a nada y ahora que yo he leído el libro completo, no me parece de lo mejor de Gabriel García Marquez.


Era una tarde como las que ahora se están viviendo, el sol aunque sin calentar demasiado en ocasiones se asomaba por entre las nubes obscuras pero inofensivas que aquella tarde habían invadido el cielo.
No se veía que por aquellos días hubiera tantas personas indignadas por el resultado de las elecciones como ahora, y los luchadores de la justicia social eran apenas un grupo de muchachos que habían terminado bachiller y comenzaban sus estudios profesionales.
Se podía estar en un bar hasta altas horas de la madrugada y si el cuerpo, el bolsillo y los encargados del bar lo permitían se podía amanecer tomando, emocionado escuchando música platicando con tus amigos, o platicando solo en una mesa retirada al fondo del bar y por cierto las putas buenas bailaban sobre las mesas desnudas, mientras los clientes tomaban tragos y eso no era considerado como delito.
Como las balaceras no se habían puesto de moda, y los asaltos eran por aquel entonces imagino un mal negocio, uno podía caminar cruzando calles y avenidas durante toda la noche y el sentimiento de lucha, de cambio, de revolución que se siente ahora, solo podía ser encontrado en mayor intensidad en los libros o en los recuerdos de los viejos.
Inquietamente esperaba a que salieras de tu trabajo cercas de la iglesia de San Esteban, para ese entonces ya trabajabas para el gobierno del estado o algo así.
El guardia que ya me conocía por el pastel, las gorditas o por mis constantes visitas, silbaba una canción al caminar y cuando se encontró a una distancia prudente de mí, menciono un “la señorita viene ya” y es que acabo de recordar que cuando no asistía al inglés, el  que estaba sobre la tienda de mascotas, la actividad que prefería era estar contigo.
Dos o tres minutos pasaron, para cuando saliste de tu trabajo sonriendo como siempre te encontraba, salvo el día  en que me llamaste ñoño e ibas acompañada de tu hermana, aquel día tu cara fue más de impresión al verme que otra cosa, pero ese es otro día y pertenece a otra recuerdo que no quiero este presente hoy.
Cuando se responde a un < ¿cómo te fue? > Con un < ya sabes cómo está la cosa, pero me consuela mucho que pudiéramos vernos hoy>, cualquiera pensaría que abrazarte de la forma en que lo hice aquel día era casi inevitable, y si lo hubiese podido evitar  pero simplemente no quise.
Acaricie tu espalda mientras sentía como tu corazón palpitaba fuertemente y tu respiración se volvía más pronunciada y acelerada que en otras ocasiones, pues en ningún momento te había soltado de mis brazos, sentía como tu piel se erizaba cada que besaba tu cuello en repetidas ocasiones.
No iba esta vez a conformarme con los besos cerca de los labios, esta vez profundamente bese tu boca y  acerque violentamente tu cuerpo hacia el mío,  de ti salió un suspiro cuando termine de besarte y un quejido cuando una vez más apreté fuertemente tu cuerpecillo junto a mí , un quejido como si otra cosa hubiese pasado.
Mucho tiempo debió pasar de estar juntos pues de repente el sol termino su recorrido de todos los días y las primeras estrellas parecieron en el cielo.
Usaste tus lentes graciosos, para ver mejor,  los cuales sacaste de tu bolsa, y cuando por fin colocaste los lentes en su lugar,   con la otra mano acomodaste a ciegas el chongo que llevabas aquel día.
Tenías que sostenerte en las puntas de tus pies para alcanzar mis labios, cuando yo no quería inclinarme para esos menesteres y me gustaba ver como parabas la trompa y cerrabas los ojos para hacerlo, mientras que tu cuerpo se acercaba mucho más al mío.
Unas señoras de ultraderecha nos acusaron de inmorales, pero siempre he pensado que era la calle y el barrio donde estábamos aquel día, y hasta el día de hoy, yo no he calificado el acto de besarte como una inmoralidad, más bien lo tengo entre los pocos privilegios que me ha dado la vida.
Hubo por entonces un pequeño lapso en el que guardamos silencio, una amnistía o tregua de besos,  tu cabeza recargada en mi pecho se quedó quietecita,<¿Por cuánto tiempo?> Pregunte a lo que simples palabras pero que a mí me pareció lo más dulce que me hubiera pasado salieron de tu boca <No sabemos ñoño, quizás para toda la vida>

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