martes, 6 de marzo de 2012

Mariposas en la cara


Mariposas en la cara.

Aquel día Fran acompañaba a sus pequeños primos a la fiesta de cumpleaños del pequeño Miguel compañero de escuela y de travesuras de los pequeños niños.
Había sido una semana pesada en la compañía automotriz donde Fran trabajaba desde 7 meses antes.
No encontraba forma de tranquilizar a Carlitos el más pequeño de sus primos que cuando se ponía a imaginar que era Pancho Villa los otros niños se tenían que encerrar en el baño, hasta que el pequeño caudillo los echaba fuera escoltándolos hasta las habitaciones, desarmados y con las manos puestas en la cabeza.

Más sin embargo aquel día era el pequeño Carlos el que se veía mas interesado en asistir a la fiesta.
Se había despertado de buenos modales y ayudaba a Fran en los que haceres de la casa.
Ella había prometido pintarse algo en el rostro como parte del vestuario que usaría para la fiesta.
Así es que después del medio día todos los niños junto con Fran  lucían rasgos de animales pintados en sus caras, nariz y bigote de tigre, antenas de abeja, y Fran se había pintado una mariposa de buen tamaño cercas de su ojo derecho.
La fiesta fue lo común que suelen ser esas celebraciones sin que hubiera algún acontecimiento importante que recordar, así es que aquella tarde sería englobada como el recuerdo de la fiesta de Miguelin  por algunos días y después se echaría al olvido a menos de que alguien la recordara por algún conocido o familiar que se hubiese encontrado aquel día.

Hubo lo común que uno se puede encontrar en las fiestas payasos con caras tristes, dulces, piñata, platillos para los adultos y platillos diferentes para los niños, reglaos para el festejado etc.

Carlitos no se interesaba por aquellas cosas comunes, se había gastado la mayor parte de la tarde observando maravillado la mariposa que Fran tenía en la cara.

Era una mariposa de colores brillantes en donde el azul rey prevalecía como color dominante que contrastaba a la perfección con el color de piel de la joven.

-Ya Carlitos no me mires tanto, ve a jugar con los niños.

Y el pequeño a penas pasaba algunos minutos y volvía para observar a su prima mayor.

Sentado en su regazo como nunca lo había echo se mostraba tranquilo, como si la mariposa hubiese sido una especie de calmante para el niño.

La fiesta termino en medio de una alegría, el cumpleañero con la cara llena de pastel como parte del festejo se disponía a abrir los últimos regalos algunos niños vitoeaban y aplaudían a miguel en cada regalo que desenvolvía.

Fran y sus primos salieron de ahí, la gente se disponía en las calle a disfrutar de las últimas horas de domingo, había conciertos en la plaza da armas frente a la catedral y algunas personas se disponían a entrar a misa.

Llegaron hasta un centro comercial donde los niños pudieran disfrutar algunos momentos más de diversión.

La gente se le quedaba viendo a la cara, puesto que Fran no había borrado su mariposa.

Como todo niño pequeño aun que tuviera sus desplantes revolucionarios, en ocasiones Carlitos dormía por las tardes, y como se había levantado muy temprano, el ajetreo de la fiesta y los juegos en la plaza comercial, terminaron por agotarlo y se quedo profundamente dormido.

Momentos más tarde desde la terraza de su cuarto Fran observaba el paisaje de aquella tarde, el sol comenzaba a ocultarse y un viento fresco hacía agradable el momento.

De la terraza se podía ver las calles con pocos autos circulando, la serenidad de los domingos por la tarde estaba a su máxima expresión y junto con ello la angustia y la incertidumbre de comenzar una nueva semana, pero no se puede detener el tiempo, pensaba Fran.

El pequeño Carlitos después de haber despertado de su siesta seguía con la obstinada tarea de observar a Fran.

De pronto quiso tocar con su pequeña mano la mariposa que Fran tenía en la cara, una sorpresa se llevo el pequeño al ver que aquellas alas hermosas comenzaron a moverse y al sentir el contacto de la pequeña mano, la maiposa se desprendió aleteando fuertemente,  asustada volando lejos del rostro de la joven.

Ambos vieron como se perdió entre los rayos tenues de sol de aquella tarde de julio.


R. Faulkner.

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