sábado, 11 de febrero de 2012


El retrato de Hiromi e historias de hospital.

Después de todas mis locuras y excesos de la vida de soltero que llevo, de no saber a ciencia cierta que paso con la última mujer que me acompaño por unos días en este caminar por la vida, solo se que se fue a vivir con un tipo que creo era instructor de gimnasio o algo así pues en la foto de un diario local están juntos y el tipo sostiene una especie de trofeo con su mano derecha y con la otra rodea la cintura de mi ex amor quizás fue mister México o algo así, en fin ella luce feliz un poco pensativa pero feliz.

Decidí que no tenía nada que hacer ahí, puesto que se me hace fatigoso tener que luchar con alguien, por algo que fue mío pero ahora ya no lo es y a un que duele mas ver a alguien que ya no es tuyo y comienzas a encelarte mas, ya desearla mas y a extrañarla mas cuando sabes que esta con alguien mas que cuando era completamente tuya, no tuve ganas de competir contra los músculos y mi figura delgada y un poco encorvada junto con la barba de galán que nada tiene de eso y los ojos tristes, decidió mejor retirarse en son de paz y con pañuelo blanco agitando para que todos vieran que había perdido mientras caminaba cruzando el que pudo ser en otros años un excelente campo de batalla rumbo hacia el bosque del olvido.

Fue cuando comencé a echar de menos a Hiromi otra vez como siempre pasa cuando estoy triste, volvieron los sueños extraños donde ella es una de los protagonistas principales y nos encontramos siempre en toda clase de situaciones locas que siempre quedan inconclusas, a veces me dan ganas de seguir soñando cuando por la mañana los muchos ruidos del vecindario hacen que despierte.

No intente escribirle debido a la falta de respuesta de su parte y de haber recibido en un sobre con su nombre una tarjeta de una psicóloga experta en perdidas, por que según Hiromi estoy tan obsesionado con ella que a veces cree que nunca la podré olvidar.

 Aquella tarde de verano días después de mi cumpleaños en la que recuerdo que andaba muy bien vestido usaba una camisa blanca que olía a humo, pantalón de vestir, gomilla en el pelo y toda la cosa aun que me cargaba una figura horrible de fantasma sin oficio que creo yo, no me va nada pero que ha sido una de mis formas principales en este mundo.

En fin, después de sus múltiples yo no te quiero, y de recomendarme esta vez luchar por mi, de decirme que la vida conmigo sería la mejor, que yo sería el mejor padre, el mejor esposo etc. Me fui de aquel lugar cargando los regalos que le llevaba que en realidad eran comida (que poco romántico) es que me pareció buena idea llevarle nieve, unos barquillos para la misma, palomitas para ver alguna película, yoghurt para el desayuno y no recuerdo que mas llevaba con la excusa de que cuando visitas a alguien le puedes llevar algo de comer, pero Hiromi dijo que solo cuando visitas a alguien enfermo haces eso.

Trate de olvidarla haciendo las mismas cosas de siempre pero sin ella, es decir voy a comer a nuestro restaurante favorito, a veces miro la película aquella que vimos juntos hace muchos años, camino por la plaza del “agasajo” como ella la bautizo, asisto a misa en catedral me desvelo repasando sus libros favoritos y en ocasiones miro sus fotografías y a un que enfrento al miedo de vivir sin ella, nada de lo anterior me da resultado.

Cuando beso otra boca, toco otro cuerpo ó respiro otro aroma  creo que la olvido por completo, pero cuando mis relaciones fracasan o simplemente terminan a medias Hiromi vuelve para apoderarse de la mayor parte de mis sentimientos.

Como haciendo las mismas cosas de siempre no conseguí olvidarla decidí intentar por otros medios así es que una mala tarde, entre a un viejo bar y comence a tomar whisky con hielos, cada trago me limpiaba el alma de recuerdos.

El bar estaba tapizado de cuadros revolucionarios mostrando gente armada acompañando a sus respectivos generales, un cuadro donde María Felix sentada en una mesa como si fuera la última cena de nuestro señor y sus apóstoles solo que la Doña estaba rodeada de sus amantes en la mesa.

Lo atendía una cantinera que si no fuera por lo vulgar que era, se podría decir que era guapa muy alta con amplias caderas y buenas bubis. En ocasiones se veía rodeada de borrachos que querían tirarsela creo yo,  pero nunca supe si alguno habría cumplido esa misión.

Ese día salí de aquel lugar casi cayendo y al estar dormido, completamente borracho en mi casa veía a Hiromi en sueños no decía nada solo me miraba con los ojos hermosos moviendo la boca. Con una señal de reproche que hice agitando las manos con las palmas abiertas de arriba hacia abajo,  Hiromi desaparecio.

Después de eso en los días siguientes no volví a soñarla aun y cuando mi embriaguez aumento mucho en los bares ó solo en mi casa. A veces asistía con prostitutas en días en los que no quería  a mi mismo en todo el rato pero eso no me entretenía tanto como ponerme ebrio, comencé por descuidar mi imagen y el cabello me creció tanto que no se podía peinar, no me bañaba y comencé a ser descuidado al principio con mis hábitos alimenticios y después deje casi de tomarlos, solo lo hacía  cuando me recordaba hacerlo y por esa razón en pocos días me encontré muy enfermo hasta el punto de no tener ganas o no poder levantarme de la cama.

“Virgen santa” grito Josefina cuando me vio en mi deplorable estado, el día que por fin fue a la casa  ayudarme con la limpieza.

-Pero señor mire nada mas como esta¡ y yo no le pude contestar nada por un fuerte dolor que sentía en el estomago y por estar congelado por el frío que se sentía en aquella época.

Apolonio y josefina trataron de levantarme pero les fue imposible la verdad es que me sentía tan triste que no quería moverme de ahí.

Después de varios intentos Josefína llamo a una ambulancia y minutos después cruzaba las calles de la ciudad recostado en una camilla viajando en una flamante ambulancia de la cruz roja.

Como dije antes la barba que tenía similar a la de Robinson Crusoe y el mal olor que despedía creo que eran propios de un vagabundo por lo que lejos de llevarme a un hospital de cuota, o alguna clínica privada los paramédicos de la ambulancia me dejaron en el peor hospital de la ciudad en ese de gobierno que tanta promoción le hiciera el entonces gobernador pero muy lejos de prestar un servicio de primer nivel como el lo decía.

El primer día o mas bien la primera tarde que estuve ahí y después de que un joven que todo parecía menos médico me valorara, observaba como gente iba y venía, escuchaba quejidos en las camas continuas a la mía, sollozos de familiares de enfermos que desafortunadamente morían, enfermeras iban y venían y de esa manera la tarde poco a poco se fue haciendo noche.


Aquella noche como mi vida corría peligro al menos mas del que corre cotidianamente otra ves soñé con Hiromi en el sueño se veía muy molesta, sinceramente le daba toda la razón pues pocos días habían bastado para convertirme en un verdadera piltrafa de hombre.

No recuerdo muy bien el día en que unos señoras de algún grupo de esos parroquiales se ofrecieron a cortarme el pelo y la barba y además bajo su insistencia de darme un baño tuve que hacerlo, lo mas difícil de todo esto era sin duda alguna era pasarme los días sobrio y aguantarme las ganas de embrutecerme, mas aparte  la comida era malísima, un buen día de desayuno servían huevos revueltos, frijoles, 3 tortillas y un baso con agua de sabor tan diluida que a veces no podías distinguir el sabor y en ocasiones ni si quiera el color típico de las aguas que refrescan. La comida era quizás donde más ganas le ponían sopa aguada, algún guiso con carne molida o cortada 3 tortillas o dos pedazos de pan y alguna fruta como postre y en la cena lo más sufrido de todo un vaso de atole desabrido y un pequeño montón de galletas.

En coacciones compartía mi comida sobre todo la del tardecer con un negro que había sido encontrado cercas de las vías del ferrocarril desmayado y sin que nadie supiera que era lo que tenía y estudios iban o venían, yo pensaba que lo que le hacía falta al negro aquel era comer bien pero con la comida del hospital nada le estaba ayudando, Hacía unos dibujos de rostros de personas mirando fotografías que eran la sensación del hospital, tanto así que el director pidió que hiciera el escudo representativo del hospital pero nunca supe si lo realizó ó no.

Aparte de platicar en ingles con el negro, me pasaba las tardes leyendo una Biblia protestante que alguien dejo sobre el buró que estaba cercas de  la cama, leía el libro de los reyes quizás es uno de los que mas me entretienen y así me pasaba los días.

Cuando las señoras parroquiales iban a realizar una oración recordaba a mi mamá que siempre cuando era mas joven se la vivía diciendo cada noche antes de dormir –encomiendate a Dios hijo reza un padre nuestro de perdida, ó si no me llamaba a rezar a veces en contra de mi propia voluntad, pero gracias a eso e adquirido gran respeto por la gente que ora y siempre que presencio algo así, me pongo serio y si puedo me pongo a participar.

En los momentos mas críticos de mi enfermedad, recuerdo  que varios días al principio donde estuve con fiebres muy altas y vomitano todo lo que consumía.

Un día en especial estuve con dolores intensos en el estomago y vomitando sangre recuerdo bien, creo que hasta el medicamento me estaba haciendo daño simplemente ese día estuve según yo a punto de morir.
Cuando a media noche ya cansado de los dolores y del ajetreo de los médicos supe por las enfermeras de turno que las doce de la noche habían llegado recordé que la mayoría de las personas enfermas mueren entre las doce y las tres de la mañana por lo que estaba listo para emprender ese viaje que me ha apasionado por muchos años pues ¿que quieren?  algo tengo de poeta.

Casi no podía ver por un intenso dolor de cabeza, pensaba en mi familia lejos de aquel hospital, en Hiromi que no sabía donde estaba y en muchas cosas que se piensan cuando se esta muriendo (según yo)

Esa noche en medio de la ceguera producto de los dolores puedo jurar que Hiromi estuvo en aquella sala junto a aquella cama.
Pues sentí su mano acariciando mi frente y repitiendo mi nombre, observandome  con sus lindos ojos, haciendo muecas con su pequeña boca.

Así pasaron las horas hasta que muy entrada la noche me quede dormido.

Al día siguiente cuando desperté después  del medio día, estaba solo otra vez en aquella cama de hospital, de las cinco camas que había en aquella sala solo dos estaban ocupadas puesto que tres inquilinos habían muerto por aquellos días, en la entrada estaba el negro pintor que ahora se veía acedado por varios jóvenes del voluntariado jesuita que se encargaban de brindarle cuidados.

Una enfermera llevaba mi comida mientras yo pensaba en la hora de visitas que era de cinco a seis por la tarde y de diez a once por la mañana, al momento de retirarse con la charola la tome por el brazo y pregunte:

¿Sabe usted si estuvo alguien por aquí en la noche?

Nadie señor como siempre estuvo usted solo, es de los pocos enfermos que no tienen visitas , amigos o familiares debe de ser una persona muy mala señor dijo tocando la nariz con el dedo indice y después alborotando mi cabellera.

No hubo visitas para mi ese día, sin embargo uno de os  jesuita  que visitan al negro a escondidas me consiguió un celular y pude llamar a mi madre para contarle lo que estaba viviendo y que no se preocupara pues en la última revisión el doctor, comento que me recuperaba favorablemente, que era cuestión de días para que dejara el hospital y volviera a mis ocupaciones habituales si es que las tenía.

Es usted fuerte como su nombre señor Faulkner creo que usted no morirá pronto todavía nos quedan muchos años de novelas y cuentos.

Ahora todas las noches siguientes soñé a Hiromi en distintas cosas platicábamos nuestras cosas, nuestros problemas como la pareja que fuimos en un tiempo.

Los días siguientes fueron mejores a veces iba a la sala de niños a contarles cuentos, ayudaba a mis compañeros mas enfermos en algunas situaciones, platicaba con sus familiares e hice muchos amigos entre familiares de enfermos, enfermos, doctores y enfermeras, la vitalidad de mi juventud regresó, entonces quería volver a escribir pero no comencé inmediatamente.

Por fin una tarde fui dado de alta y entre abrazos, unas flores de la  enfermera aquella que comentó sobre mi falta de amigos, una carta de los voluntarios jesuitas, una Biblia que unos seminaristas me regalaron cuando supieron que yo era católico para que dejara de leer la Biblia protestante y otras cosas, se llego la hora de partir.

Bueno negro fue un placer, te veo luego hermano. I will see you  later my brother 

Y el negro me dio una hoja donde había dibujado perfectamente el retrato de Hiromi.

How did you get this?  djie yo pues no sabìa  comma habìa conseguido imaginar aquel  rostro.

this girl was here some night , pues el aseguraba que Hiromi habìa estate ha ulna noche y el la habìa dibujado.

 No pude saber mas por que una lluvia de reporteros y otras personas que por fin se habían dado cuenta de mi estado llegaron para hacerme preguntas.

Guardo aquellas cosas, recuerdos de hospital como yo les llamo, aquel retrato ya enmarcado luce en una de las habitaciones de mi casa con la firma Lincon M nunca supe a ciencia cierta si Hiromi estuvo ahí pero esa es una de las primeras cosas que le preguntare el día que las nubes cargadas de felicidad vuelvan a casa.

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